Son numerosos los estudios que afirman la importante relación entre la salud de nuestra flora intestinal y la salud de nuestra piel.
La doctora Whitney Bowe, especializada en dermatología, comparte en su libro “Piel radiante, intestino sano” que la importancia para lucir una piel sana reside en el equilibrio de los diferentes microbios que conviven en nuestro organismo.
Estos microbios es lo que ahora llamamos microbioma: la familia de bacterias, hongos y virus que viven dentro de nuestro organismo. Los expertos hacen hincapié en la importancia de mantenerlo en equilibrio para gozar de una buena salud y no olvidemos que la piel es el reflejo de nuestro estado de salud.
Muchas afecciones crónicas (o temporales) de la piel como la rosácea, el acné, el eccema o el envejecimiento prematuro experimentan una gran mejora a través de cambios en el estilo de vida que influyen principalmente en la dieta y el ejercicio, por supuesto, sin olvidar las herramientas y tratamientos específicos y probados para cuidar la piel a nivel cutáneo.
Veamos cómo mantenerlo en armonía.
La única manera de combatir esta guerra contra las superbacterias es hacerlo apoyando a las bacterias beneficiosas, y precisamente de eso se encargan los probióticos. Integrar estos microorganismos vivos o bacterias “buenas” en nuestros hábitos diarios facilitará que el ecosistema intestinal esté lo suficientemente reforzado ante posibles desórdenes de salud y también mejore su fisiología digestiva. Podemos ingerirlos a través de alimentos frescos y enteros y/o en forma de suplementación.
La primera recomendación dietética para cuidar nuestra piel será apostar por los alimentos integrales y sin procesar. Los alimentos más ricos en probióticos son los yogures de leche de oveja y de cabra, la kombucha, las aceitunas y encurtidos, el queso crudo, el kéfir, el miso, kimchi, tempeh o las microalgas.
Si bien, cabe destacar que habrá que seleccionar bien los productos lácteos porque las proteínas, el suero y la cafeína de la leche pueden desencadenar una reacción inflamatoria y alterar los niveles de insulina.
En segundo lugar, eliminar la comida basura, pobre en fibra, estanca la digestión y perturba a los microorganismos del intestino, esto favorece la inflamación y permeabilidad intestinal. Se ha demostrado científicamente que los azúcares y los hidratos de carbono refinados tienen relación directa con problemas como el acné y el envejecimiento prematuro.
A la hora de ingerir hidratos de carbono lo haremos priorizando los menos procesados como la quinoa, los boniatos, la avena, el arroz basmati o los arroces salvajes.
Se ha demostrado que algunas cepas de lactobacilos (pueden tomarse por vía oral) y otras bifidobacterias mejoran la salud de nuestra barrera cutánea, mantienen la piel nutrida e hidratada y protegen la piel de los efectos dañinos de los rayos UV. Aunque no se recomendaría reemplazar el protector solar por un probiótico, juntos pueden ofrecer una protección solar mejorada. De este modo, ayuda a luchar contra las arrugas y otros signos de envejecimiento prematuro, como las manchas. Así como reducir el riesgo de cáncer de piel.
Los prebióticos son un tipo de fibras vegetales alimentarias no digeribles que estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino. Y recurrir a la alimentación es la única vía de acceso a los prebióticos, presentes en aquellos alimentos ricos en fibras, insulina, almidón resistente y oligosacáridos como: el ajo, la cebolla, el puerro, los espárragos, el diente de león, la raíz de achicoria o alcachofas.
La glutamina es un aminoácido y los aminoácidos son los componentes imprescindibles de la proteína que todos nuestros cuerpos necesitan para funcionar. La L-glutamina se ha convertido en el suplemento deportivo por excelencia, por su amplia variedad de funciones y beneficios: ayuda a proteger el revestimiento del intestino y ayuda a mantener una barrera intestinal fuerte, además de reducir la permeabilidad intestinal. También tiene múltiples beneficios para reforzar el sistema inmunológico reduciendo la tasa de infecciones, también para la enfermedad inflamatoria intestinal, y la enfermedad de hígado graso.
Podemos encontrarla, principalmente, en forma de polvo que se ingiere con un vaso de agua o licuado, aunque también se puede hacer el forma de cápsulas.
Además de lo que injerimos, todo aquello que aplicamos sobre nuestra piel también tiene un efecto directo en la misma. Ciertos hábitos de higiene basados en el abuso de fuertes tensioactivos (como los sulfatos) presentes en nuestros jabones y limpiadores están causando que la diversidad de bacterias de nuestra piel disminuya.
Recurrir al minimalismo y simplificar la rutina será una de las claves: las rutinas de belleza que se basan en muchos pasos están exponiendo a nuestra piel a un gran número de productos químicos y conservantes que alteran y comprometen, más si cabe, nuestra barrera cutánea.
Además, los productos que hace mucha espuma o limpiadores exfoliasteis granulados o arenosos son demasiado abrasivas para la delicada piel del cuello, cara y escote.
Lo mejor es optar por limpiadores no comedogénicos (que no obstruyan los poros de la piel) y reintroducir los beneficios de los probióticos a través del uso de la crema, niebla o suero que los incluya.
Desde Clínica Judit Valiente recomendamos acudir a tu médico especialista para abordar la causa subyacente de las afecciones para detectar directamente a la raíz del problema y conseguir el equilibrio idóneo para que cuerpo, mente y piel luzcan saludables y de forma duradera. Destacamos que es imprescindible abordar la salud desde una vertiente integral y holística.
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